sábado, 15 de diciembre de 2012

Alegoría de un suspiro

Suspiro. El aire se escapaba, muy lentamente, entre mis labios. Mi alma, mi espíritu, lo dejé escapar. Vi tras la película vidriosa de lágrimas como huía, libre, un aliento cálido y frío al mismo tiempo. La vi fundirse con el viento y jugar con las estrellas. No le dije adiós.
Con un pestañeo, liberé a su vez aquellas lágrimas ardientes y grandes, feas y dolorosas. Las sentí resbalando por mis mejillas; un rastro húmedo y punzante. Tampoco sentí la necesidad de despedirme. ¿Para qué? No eran nada.
La piel de punta, me clavé las uñas en la palma de la mano hasta sangrar. Las gotas escarlatas también me abandonaron, con suavidad y discreción. Corrieron entre los dedos, cayeron al suelo. Parecieron bailar mientras descendían, tan rojas que parecían irreales. Alice. La imaginé a su vez resbalando por la madriguera de aquel conejo travieso y aterrizando en un mundo loco. La envidié. No me parecía tanta su locura, comparándola a la mía. A mi alma huidiza, a mi tristeza eterna. A las estrellas que no podía tocar y la sangre que no era mía.


viernes, 14 de diciembre de 2012

Burbuja


Can you hear me? Bob Chilcott




A veces me siento como en una burbuja. Mi voz, pálida, rebota en las frágiles paredes. Nadie me oye.
Un día conseguí salir. En un acceso de rabia, golpeé la burbuja con todas mis fuerzas hasta hacerla estallar. Una marea de agua irrumpió a toneladas en lo que hasta entonces había sido mi hogar. Me sentí arrastrado por ello, incapaz de cambiar de dirección, o de luchar, o de escapar. Desperté, días más tarde, mecido por las ondulantes olas. Abrí unos ojos vidriosos y los clavé en esa luz brillante que era el sol, y nos los cerré hasta que las lágrimas me emborronaron la visión. Seguí flotando, flotando. El arrullo del agua en los oídos me adormecía. Y flotando, flotando. En el agua todo flota, al final. Comencé a relajarme; por fin había salido de aquella horrible burbuja, aquella transparente cárcel que, en ocasiones, rompía la luz como en cientos de colores y los vertía en mi rostro. Me relajé muchísimo. Mucho, mucho. Demasiado. Una turbia calidez me envolvió los piernas, y mi cara se contrajo con una sonrisa plácida y bastante torcida.
Entonces empezaron los gritos.
-¡Oh, por Dios, será marrano!
-¡Que aquí se bañan los niños, sinvergüenza!
Ya no flotaba. Empecé a sacudirme como el pez ahogado que era, y desperté.
Estaba en la piscina pública de la urbanización. Una muchedumbre de padres enfurecidos y niños asqueados, ridículamente disfrazados con manguitos y bañadores de Bob Esponja, me contemplaban con indignación y desprecio. Contemplé el círculo amarillento alrededor de mí y el otro mucho más grande de agua sin personas. Todas habían huido: lejos, lo más lejos posible de mi.
De pronto, eché de menos aquella burbuja.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Una noche, bajo la luna~

La vida no tiene el menor sentido. ¿Para qué estamos en el mundo? Nos crían, nos forman, nos convierten en buenos trabajadores y después, cuando somos inservibles, nos dejan esperar sentados la muerte. Todo lo que hagamos, todo lo que hacemos, decimos, pensamos... realmente no es nada. ¿Quién recordará mi nombre cuando pasen treinta millones de años? ¿A quién le importará que yo escribiera estas cosas, que no pudiera dormir porque la necesidad de entenderme me desvelara? Simplemente a nadie. Mis lágrimas no son nada, mi voz no es nada, porque yo no soy, ni seré nada, en medio de tanto caos, en un planeta tan pequeño y tan grande, donde un ser como yo es efímero y simple, estúpido y sustituible. Donde mis sentimientos no son nada y nada son mis sentimientos.


sábado, 24 de noviembre de 2012

Los ojos de ese gato~

Ume no hana o orite hito ni okurikeru
- Tomonori
Kimi nara de tare ni ka misemu ume no hana
Iro o mo kaori o mo shiru hito zo shiru.


Poema escrito al cortar una flor y mandársela a alguien
- Por Tomonori
Si no es a ti, ¿a quién le podría enseñar la flor del ciruelo?
La única persona que entiende esta flor es aquella persona que entiende al mismo tiempo su forma y su aroma…





viernes, 23 de noviembre de 2012

Esa melodía~




La canción me oprimía el pecho, la garganta, los ojos, como una gran bola de frío temor. Sentí las lágrimas acudir, prestas, a la llamada. Deseosas de correr, en pos de aquello que habían perdido, en pos de aquello que habían olvidado. La lluvia caía y ellas seguían retenidas, y la canción sonaba, y la melodía se apagaba y se volvía a encender, y era tan hermosa como todas las estrellas juntas. ¿Cómo pueden existir cosas tan bellas? En medio de la oscuridad, el dolor, la guerra y el odio, surgen cosas hermosas. Poemas, besos, alguien cuyo corazón aun late esperanzado, cuyos dedos recorren las teclas del piano como quien recorre el cuerpo de una amante familiar. Qué hermoso es este mundo, si aun hay esperanza.
De nuevo, encuentras algo que te hace ser feliz. Un pequeño retazo de canción que hace ya mucho olvidaste, y que ahora recuerdas como quien se reencuentra con un viejo amigo. Quizás una pintura, donde se retrate la luz del verano y la fría nostalgia con la que te arropa el invierno. Los tonos dorado y ocre del otoño, la multitud de colores que nos arroja la primavera. Quizás solo unas pequeñas palabras. Perdidas, hermosas, que te hacen ver en la oscuridad. Una voz, un movimiento, una pequeña sonrisa en unos labios siempre tristes. Te renuevan la felicidad, la alegría, el anhelo de despertar y sentir que el mundo es tuyo, que la infinidad de posibilidades de futuro están al alcance de tu mano. El conocimiento, la percepción del mismo conocimiento. Los bigotes de un gato, que te hacen cosquillas. Un té caliente, y relajante, envuelta en una manta y echada sobre el amor de tu vida. Simplemente, hundir las manos en el agua fría, y respirar.
Hoy sabía que iba a morir, y aun así aquella pequeña y polvorienta cajita de música me levantó el ánimo. Sonreí, y aquella sonrisa que no podía ver se me antojó triste y cruel. Burlona. Sádica. Siniestra. Aquella sonrisa que imaginaba grapada en mi mente también me levantó el ánimo. Me levanté del suelo, con la caja entre las manos. Seguía sonando, incansable, aquella melodía que me deseaba una feliz muerte, y me llenaba de melancolía. Por un instante estuve tentada de lanzarla por los aires, y estrellarla contra la pared hasta que aquellas notas cortantes y deliciosas desaparecieran del mundo, pero me limité a cerrar la tapa hasta que enmudecieron. No sirvió de nada, la canción seguía en mi cabeza. Pero ya daba igual. Me sacudí las pelusas de las piernas y del pelo, y acto seguido estornudé. No debí haberme quedado a dormir allí, en ese desván húmedo y polvoriento, lleno de recuerdos viejos y rotos, de sonrisas cruentas desde los retratos cubiertos por sábanas sucias. No debí, con aquella caja abierta delante de mis ojos. Sonando, una y otra vez. Aquella figurita de la bailarina, sin una pierna y una mano, girando en un frío vals de muerte, dando vueltas y más vueltas, sin cansarse, mirándome con ojos vacíos y una regia sonrisa, como muy de señorita. Gira, y gira, igual que las agujas de un reloj. Quedaba poco, poco para que aquella música se apagase de una vez, por fin, en mi mente.
Miré por última vez aquel lugar. Aquellas paredes viejas y enmohecidas, repletas de telarañas y termitas. Miré los muebles, cubiertos al igual que los retratos, pero que se podían adivinar bajo la caída de la tela. Miré el baúl, ese horrible baúl de roble y brezo, lleno de cenizas de tiempos pasados, más hermosos. Llenos de fotografías que rezumaban esperanza. Esperanza.
Ah, sí, y por último miré la caja. En el suelo, abandonada. No merecía ser abandonada. Nadie merecía ser abandonado.
Saqué la pistola y acabé con lo que nunca debió empezar. Aun resuenan en mi mente aquellas notas estridentes que, como agujas, atravesaron la caja hecha pedazos por el disparo.


martes, 30 de octubre de 2012

Sonrisa en el olvido~



Es el momento. Abro el cuaderno, rozo el papel, mojo la pluma. Las letras son mi alma, mi sangre, mi vida y mi libertad. Las palabras me salvan de la catástrofe y de la tragedia, mientras la tinta recorre el papel trazando cada uno de sus movimientos con melancolía pero decisión, cada una de esas comas que tanto significan para mí con la nostalgia del amor perdido, con la tristeza de las notas frías del piano, de la lluvia en los labios y de los retazos de recuerdos extraviados que no van a volver. Miro por la ventana, las gotas desdibujando el paisaje como si se ensañasen con un lienzo, con una acuarela gris. Más velocidad. Corre. No te quedes atrás. Cenizas, polvo y sonrisas, todo viene a mi memoria, todo se emborrona y se vuelve a dibujar. Suspiros, crujidos de madera vieja y falsas miradas que en realidad no dicen nada. Mis manos son torpes, no pueden seguir a la música que como un espejo refleja mi corazón negro, mi espíritu helado. Maldito cuerpo, que no deja volar a mi mente. Nieve, todo se detiene y puedo respirar por fin. Miedo, miedo de que no vuelva a verle, a tener su rostro entre mis manos, a besar su piel que no es piel, sino calor. Felicidad, al despertar y sentir el sol que como el abrazo cálido de un amigo me reconforta y me devuelve la cordura que la lluvia me ha arrebatado. Nubes blancas, y rosas. Atardeceres color pastel y noches color añil. Sangre, luz. Y, por fin, entre tanta oscuridad, una mirada que es verdadera, y que me mira directamente a mí.


domingo, 21 de octubre de 2012

Un poema digno de leer~

Pablo Neruda~


Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.



martes, 16 de octubre de 2012

Donde duermen las voces rotas~


Música: Victor's Piano Solo/ Yiruma, Sad Bad Story

¿De qué sirve despertar, cuando estás solo? ¿De qué sirve abrir los ojos, si no podrás ver nada?
Hace seis años me separé de la Humanidad. Corté el lazo que me unía a ellos. Así de fácil. No me volverán a llamar ser humano, porque he renunciado a esa raza, a esa condición, por considerarla demasiado vergonzante y desgraciada. Por considerarla un escudo para las malas acciones. “Está en la naturaleza del hombre matar, enfurecerse, odiar”. No pensaba aceptarlo.

Y después huí. En silencio, como una sombra, sin despedirme de nadie, pues yo ya no hablo su idioma. Ahora no quiero pensar, en ellos, a los que me enseñaron a querer como hermanos. Recordar sus horribles rostros, sus sonrisas falsas, el veneno que esconden sus miradas, es para mí el peor tormento. Saber que mi vida fue creada por una chispa de violencia y alcohol, que aquel al que tengo que llamar padre abusó de la mujer que me trajo al mundo y la abandonó en medio de este mundo frío y agonizante. Conmigo en su interior. A esa mujer que me trajo a un mundo, un mundo ponzoñoso y cruel, e injusto, y malvado.

Ahora mi único amigo es el silencio, y la seguridad de la soledad. ¿Quién podría hacerme daño en medio de la nada? ¿Qué palabra podría herirme en un lugar donde las voces rotas duermen?




Desde mi ventana~

Música: Yiruma, Because I love you~ 

Miedo. La niña se hizo un ovillo. Pequeña. Pequeña. Tan pequeña que si la hubieses pisado ni siquiera lo habrías notado. La niña era tan poca cosa, tan blanquita, con ese pelo tan negro, que apenas si se le veía. Qué pequeñita era, desde mi ventana.

Cada día pasaba delante del diminuto jardín de mi casa. Se paraba a oler las flores, a que las hojas bajas le acariciaran, y los tallos le hiciesen cosquillas en las delgadas piernas. Y yo la miraba, desde mi ventana. Qué pequeña era, y qué risueña. Hasta que le entraba el miedo. Entonces se convertía en un nudito allí, en mi jardín, debajo de la parra de moradas uvas, casi cubierta por completo por un gran helecho. Y yo, desde mi ventana, quería preguntarle qué le pasaba, de qué tenía miedo. Pero el cristal de mi ventana no se podía abrir, y no había puertas o pasadizos por los que salir. Y la niña venía día tras día. Tan pequeña, casi como una muñeca de porcelana, y se sentaba allí, y acariciaba los pétalos y sonreía a los insectos. No le daban miedo las arañas, ni los escarabajos. Al contrario, los cogía y los ponía en sus minúsculas manos, y nunca la picaban o huían. La niña reía mientras los mecía y les cantaba. Pero yo no la podía escuchar, desde mi ventana.

Qué bonita era aquella niña, tan sonriente, con esas mejillas tan blancas, y esos ojos tan azules. Qué bonita y qué pequeñita. Tan adorable como un gatito. Quería bajar a abrazarla, pero no podía. Quería hablarle, y consolarla, y pedirle ayuda y que ella me consolase a mí. Pero solo podía verla, y confiar en que algún día ella alzase la mirada de las corolas de las flores y me viese a mí. Me viese mirarla, desde mi ventana. Sola en mi pequeño torreón de silencio. Un torreón tan pequeñito como lo era ella.


Persiguiendo al unicornio~

Música: Yiruma, River flows in you~


Correr y saltar. A ritmo de nada, al son de los pájaros. Sonreír, y caer, y no poder levantarte porque la hierba es tan blanda que invita a quedarse allí. Dormir a la sombra de un árbol, con un libro abierto sobre el pecho. Reír a la blanca, redonda, y aun más blanca luna. No tener miedo a ser feliz, a saltar al aire y aterrizar en el agua. A besar, y a saborear el placer de un abrazo. Mirar las estrellas, y sentir que brillan un poquito más, como un recuerdo nuevo tras otro antiguo. Como una caricia alegre tras otra triste.
Que la lluvia te moje los labios; te relamas y te sepa a invierno, nostalgia y una cama cálida. Que el fuerte sol te ciegue los ojos, y pienses en piscinas, arena y amor. Que el aroma de las flores te meza con suavidad y dulzura, casi como una tierna madre, y sea tan liviano y sutil como un soplo frío. Que las hojas de los árboles dorados sea lo único que necesites. Hundir tus manos en el río, en las copas de los pinos, y sacarlas rebosantes de mariposas y sonrisas.

Piensa en esto, amor mío. Piensa en que tú y yo nos volveremos a ver, quizás pronto, quizás cuando las crisálidas de hielo crujan, y suspiren. Quizás cuando nuestras voces rotas se vuelvan a entrelazar con la precisión de un beso acostumbrado. Quizás, antes de morir. Quizás, antes de que todo acabe, y vuelva a empezar.


lunes, 15 de octubre de 2012

Sin respuesta~


Y me paro a pensar en el crepúsculo de aquella tierra que no es de nadie, oliendo el sudor, la sangre, la orina y la culpabilidad de aquellos hombres cuyos acciones y palabras nos hunden en la miseria de una noche de eterno sufrimiento y agonía. Y me paro a pensar, y no oigo más que silencios, gritos y blasfemias. Y me paro a pensar y solo veo promiscuidad y violencia, a animales en pleno auge de su más oscuro instinto. Y me paro a pensar, y solo siento pena y decepción, y la más tenebrosa impotencia. Y tiemblo, y aúllo a la luna de piedra, y nadie me responde.
Una y otra vez, sin respuesta.


domingo, 14 de octubre de 2012

Todo se hunde~


Todo se hunde, entre mis manos. Esos pequeños pedazos, grises, cortantes, ásperos; cayendo uno tras otro, sin poderlos yo detener, entre mis dedos. Como arena, como agua, como rayos de sol. Pero aquí, donde todo se hunde, no hay sol. Como el hombre teme a la tormenta, y no me refiero a esas tormentas de poca monta, solo un poco de agua y nieve. No, yo hablo de las grandes ventiscas que arrancan casas de sus raíces, que te pueden hacer volar y desaparecer entre el rugido de sus brazos. Las tormentas que inundan pueblos, y la nieve que cubre montañas. Los truenos que resuenan en lo más hondo del pecho, y que producen un desazón oscuro y tenebroso en el corazón de los hombres, que los hacen sacudirse por temblores violentos y llorar como recién nacidos.

Escribir me calma.

Cuando todo se hunde a mis pies, y yo cierro los ojos con la más terrible impotencia, escribir me calma.


miércoles, 10 de octubre de 2012

Always watched, no eyes~


El crujido fue terrible, y espeluznante; le acuchilló el cerebro como un millón de punzantes agujas de hielo. 
No estaba sola. 
Y echó a correr, como nunca antes había corrido. Por su vida.
Sentía el latido de su corazón en el oído. No estaba sola. Una rama baja le azotó el rostro. No estaba sola. Su ropa se rasgó con los afilados espinos y sintió la sangre caliente en sus piernas y brazos. No estaba sola. El pelo se arremolinaba en torno a su rostro cuando se atrevía a girar la cabeza, impidiéndole ver lo que no quería ver. No estaba sola. Escuchó su respiración, caliente y putrefacta, justo a su oreja, y gritó, y corrió más rápido. No estaba sola.
Las lágrimas le hicieron tropezar; volvió a gritar. Fue un chillido de desesperación, miedo, y muerte. No estaba sola.
Lo último que vio en la oscuridad antes de que la sangre nublase sus ojos fue un rostro terriblemente blanco, sin ojos, sin boca; pero que la miraba, directamente a ella, y sonreía.



domingo, 7 de octubre de 2012

Blanca Reflexión~


Es entonces, justo en el momento en el que me doy cuenta de que todo está perdido, cuando levanto la cabeza al cielo y clavo las pupilas en el cegador brillo del sol. Y los cierro, y los vuelvo a abrir, mientras las lágrimas se deslizan por mis rasgos, por mi sonrisa amarga, por mis pestañas avergonzadas. Es entonces cuando de verdad me lamento, y tiemblo sacudida por un pesar tan inmenso como el tiempo mismo, tan ponzoñoso como el más incierto veneno, y más desolador que la muerte de un hijo. Y busco razones para despertar cada mañana, y me encuentro que no existen, que nada podría apaciguar el tormento insufrible de mi cuerpo, de mi alma, de mi conciencia arrepentida. Y deseo abandonar el mundo, deseo marcharme para no tener que oír más voces ni ver más desgracias, pero temo que lo que me espere más allá sea peor, aunque cueste de imaginar. Y bajo la vista del cielo, y al bajar los párpados con fuerza veo puntitos de colores, que parecen burlonas gotas de felicidad pasajera, que desaparecen al poco dejando tras sí un vacío hueco y frágil que me hunde en la más triste miseria y el más peligroso de los delirios.


Felicidad~


Despierto y sonrío. Planto el pie derecho en el suelo, nunca el izquierdo, y bailo. Bajo la lluvia, las gotas me acarician, y suspiran, y silban, y lloran. Canto. Mi voz no se escucha con el viento, pero río. Y mi risa se desvanece, pero no mi alegría. Y doy vueltas, y la lluvia se convierte en luz, me rodea y me abraza, me dejo mecer y besar. Salto, y rozo las estrellas con la punta de los dedos, y me corto y sangro, y vuelvo a reír porque el rojo es bonito, y brillante, y esas gotas son como un recordatorio de que estoy viva.


Hace sólo siete días~


Hace siete días fui bacteria, crecí en lo todo y en la nada.
Hace seis días fui caballo, gato y perro.
Hace cinco, fui araña, y renacuajo, y serpiente.
Hace cuatro, antílope y dinosaurio.
Hace tres, oso y amapola.
Hace dos fui águila y halcón, seta y oruga, y cucaracha también.
Y hace uno fui todo lo que quedaba.



Hoy soy el ser más extraño de la creación, y tumbado sobre la hierba oigo el cantar de la chicharra como un sutil cuchicheo en la oscuridad, bajo la más insondable negrura de la noche y la frías estrellas que la poblaban.

A palabras necias...

"No hables si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio"