Música: Yiruma, Because I love you~
Miedo.
La niña se hizo un ovillo. Pequeña. Pequeña. Tan pequeña que si la hubieses
pisado ni siquiera lo habrías notado. La niña era tan poca cosa, tan blanquita,
con ese pelo tan negro, que apenas si se le veía. Qué pequeñita era, desde mi
ventana.
Cada
día pasaba delante del diminuto jardín de mi casa. Se paraba a oler las flores,
a que las hojas bajas le acariciaran, y los tallos le hiciesen cosquillas en
las delgadas piernas. Y yo la miraba, desde mi ventana. Qué pequeña era, y qué
risueña. Hasta que le entraba el miedo. Entonces se convertía en un nudito allí,
en mi jardín, debajo de la parra de moradas uvas, casi cubierta por completo por un gran helecho. Y yo, desde mi ventana, quería preguntarle qué le pasaba, de
qué tenía miedo. Pero el cristal de mi ventana no se podía abrir, y no había
puertas o pasadizos por los que salir. Y la niña venía día tras día. Tan
pequeña, casi como una muñeca de porcelana, y se sentaba allí, y acariciaba los
pétalos y sonreía a los insectos. No le daban miedo las arañas, ni los
escarabajos. Al contrario, los cogía y los ponía en sus minúsculas manos, y
nunca la picaban o huían. La niña reía mientras los mecía y les cantaba. Pero
yo no la podía escuchar, desde mi ventana.
Qué
bonita era aquella niña, tan sonriente, con esas mejillas tan blancas, y esos
ojos tan azules. Qué bonita y qué pequeñita. Tan adorable como un gatito.
Quería bajar a abrazarla, pero no podía. Quería hablarle, y consolarla, y
pedirle ayuda y que ella me consolase a mí. Pero solo podía verla, y confiar en
que algún día ella alzase la mirada de las corolas de las flores y me viese a
mí. Me viese mirarla, desde mi ventana. Sola en mi pequeño torreón de silencio.
Un torreón tan pequeñito como lo era ella.
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