Y me paro a pensar en el crepúsculo de aquella tierra que no
es de nadie, oliendo el sudor, la sangre, la orina y la culpabilidad de
aquellos hombres cuyos acciones y palabras nos hunden en la miseria de una
noche de eterno sufrimiento y agonía. Y me paro a pensar, y no oigo más que
silencios, gritos y blasfemias. Y me paro a pensar y solo veo promiscuidad y
violencia, a animales en pleno auge de su más oscuro instinto. Y me paro a pensar,
y solo siento pena y decepción, y la más tenebrosa impotencia. Y tiemblo, y
aúllo a la luna de piedra, y nadie me responde.
Una y otra vez, sin respuesta.
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