domingo, 7 de octubre de 2012

Blanca Reflexión~


Es entonces, justo en el momento en el que me doy cuenta de que todo está perdido, cuando levanto la cabeza al cielo y clavo las pupilas en el cegador brillo del sol. Y los cierro, y los vuelvo a abrir, mientras las lágrimas se deslizan por mis rasgos, por mi sonrisa amarga, por mis pestañas avergonzadas. Es entonces cuando de verdad me lamento, y tiemblo sacudida por un pesar tan inmenso como el tiempo mismo, tan ponzoñoso como el más incierto veneno, y más desolador que la muerte de un hijo. Y busco razones para despertar cada mañana, y me encuentro que no existen, que nada podría apaciguar el tormento insufrible de mi cuerpo, de mi alma, de mi conciencia arrepentida. Y deseo abandonar el mundo, deseo marcharme para no tener que oír más voces ni ver más desgracias, pero temo que lo que me espere más allá sea peor, aunque cueste de imaginar. Y bajo la vista del cielo, y al bajar los párpados con fuerza veo puntitos de colores, que parecen burlonas gotas de felicidad pasajera, que desaparecen al poco dejando tras sí un vacío hueco y frágil que me hunde en la más triste miseria y el más peligroso de los delirios.


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