martes, 5 de marzo de 2013

Solo


Solo gírate, y contempla los retazos de atardecer recortados, dulces esbozos, entre las ramas de los árboles desnudos por el frío.


sábado, 15 de diciembre de 2012

Alegoría de un suspiro

Suspiro. El aire se escapaba, muy lentamente, entre mis labios. Mi alma, mi espíritu, lo dejé escapar. Vi tras la película vidriosa de lágrimas como huía, libre, un aliento cálido y frío al mismo tiempo. La vi fundirse con el viento y jugar con las estrellas. No le dije adiós.
Con un pestañeo, liberé a su vez aquellas lágrimas ardientes y grandes, feas y dolorosas. Las sentí resbalando por mis mejillas; un rastro húmedo y punzante. Tampoco sentí la necesidad de despedirme. ¿Para qué? No eran nada.
La piel de punta, me clavé las uñas en la palma de la mano hasta sangrar. Las gotas escarlatas también me abandonaron, con suavidad y discreción. Corrieron entre los dedos, cayeron al suelo. Parecieron bailar mientras descendían, tan rojas que parecían irreales. Alice. La imaginé a su vez resbalando por la madriguera de aquel conejo travieso y aterrizando en un mundo loco. La envidié. No me parecía tanta su locura, comparándola a la mía. A mi alma huidiza, a mi tristeza eterna. A las estrellas que no podía tocar y la sangre que no era mía.


viernes, 14 de diciembre de 2012

Burbuja


Can you hear me? Bob Chilcott




A veces me siento como en una burbuja. Mi voz, pálida, rebota en las frágiles paredes. Nadie me oye.
Un día conseguí salir. En un acceso de rabia, golpeé la burbuja con todas mis fuerzas hasta hacerla estallar. Una marea de agua irrumpió a toneladas en lo que hasta entonces había sido mi hogar. Me sentí arrastrado por ello, incapaz de cambiar de dirección, o de luchar, o de escapar. Desperté, días más tarde, mecido por las ondulantes olas. Abrí unos ojos vidriosos y los clavé en esa luz brillante que era el sol, y nos los cerré hasta que las lágrimas me emborronaron la visión. Seguí flotando, flotando. El arrullo del agua en los oídos me adormecía. Y flotando, flotando. En el agua todo flota, al final. Comencé a relajarme; por fin había salido de aquella horrible burbuja, aquella transparente cárcel que, en ocasiones, rompía la luz como en cientos de colores y los vertía en mi rostro. Me relajé muchísimo. Mucho, mucho. Demasiado. Una turbia calidez me envolvió los piernas, y mi cara se contrajo con una sonrisa plácida y bastante torcida.
Entonces empezaron los gritos.
-¡Oh, por Dios, será marrano!
-¡Que aquí se bañan los niños, sinvergüenza!
Ya no flotaba. Empecé a sacudirme como el pez ahogado que era, y desperté.
Estaba en la piscina pública de la urbanización. Una muchedumbre de padres enfurecidos y niños asqueados, ridículamente disfrazados con manguitos y bañadores de Bob Esponja, me contemplaban con indignación y desprecio. Contemplé el círculo amarillento alrededor de mí y el otro mucho más grande de agua sin personas. Todas habían huido: lejos, lo más lejos posible de mi.
De pronto, eché de menos aquella burbuja.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Una noche, bajo la luna~

La vida no tiene el menor sentido. ¿Para qué estamos en el mundo? Nos crían, nos forman, nos convierten en buenos trabajadores y después, cuando somos inservibles, nos dejan esperar sentados la muerte. Todo lo que hagamos, todo lo que hacemos, decimos, pensamos... realmente no es nada. ¿Quién recordará mi nombre cuando pasen treinta millones de años? ¿A quién le importará que yo escribiera estas cosas, que no pudiera dormir porque la necesidad de entenderme me desvelara? Simplemente a nadie. Mis lágrimas no son nada, mi voz no es nada, porque yo no soy, ni seré nada, en medio de tanto caos, en un planeta tan pequeño y tan grande, donde un ser como yo es efímero y simple, estúpido y sustituible. Donde mis sentimientos no son nada y nada son mis sentimientos.


sábado, 24 de noviembre de 2012

Los ojos de ese gato~

Ume no hana o orite hito ni okurikeru
- Tomonori
Kimi nara de tare ni ka misemu ume no hana
Iro o mo kaori o mo shiru hito zo shiru.


Poema escrito al cortar una flor y mandársela a alguien
- Por Tomonori
Si no es a ti, ¿a quién le podría enseñar la flor del ciruelo?
La única persona que entiende esta flor es aquella persona que entiende al mismo tiempo su forma y su aroma…





viernes, 23 de noviembre de 2012

Esa melodía~




La canción me oprimía el pecho, la garganta, los ojos, como una gran bola de frío temor. Sentí las lágrimas acudir, prestas, a la llamada. Deseosas de correr, en pos de aquello que habían perdido, en pos de aquello que habían olvidado. La lluvia caía y ellas seguían retenidas, y la canción sonaba, y la melodía se apagaba y se volvía a encender, y era tan hermosa como todas las estrellas juntas. ¿Cómo pueden existir cosas tan bellas? En medio de la oscuridad, el dolor, la guerra y el odio, surgen cosas hermosas. Poemas, besos, alguien cuyo corazón aun late esperanzado, cuyos dedos recorren las teclas del piano como quien recorre el cuerpo de una amante familiar. Qué hermoso es este mundo, si aun hay esperanza.
De nuevo, encuentras algo que te hace ser feliz. Un pequeño retazo de canción que hace ya mucho olvidaste, y que ahora recuerdas como quien se reencuentra con un viejo amigo. Quizás una pintura, donde se retrate la luz del verano y la fría nostalgia con la que te arropa el invierno. Los tonos dorado y ocre del otoño, la multitud de colores que nos arroja la primavera. Quizás solo unas pequeñas palabras. Perdidas, hermosas, que te hacen ver en la oscuridad. Una voz, un movimiento, una pequeña sonrisa en unos labios siempre tristes. Te renuevan la felicidad, la alegría, el anhelo de despertar y sentir que el mundo es tuyo, que la infinidad de posibilidades de futuro están al alcance de tu mano. El conocimiento, la percepción del mismo conocimiento. Los bigotes de un gato, que te hacen cosquillas. Un té caliente, y relajante, envuelta en una manta y echada sobre el amor de tu vida. Simplemente, hundir las manos en el agua fría, y respirar.
Hoy sabía que iba a morir, y aun así aquella pequeña y polvorienta cajita de música me levantó el ánimo. Sonreí, y aquella sonrisa que no podía ver se me antojó triste y cruel. Burlona. Sádica. Siniestra. Aquella sonrisa que imaginaba grapada en mi mente también me levantó el ánimo. Me levanté del suelo, con la caja entre las manos. Seguía sonando, incansable, aquella melodía que me deseaba una feliz muerte, y me llenaba de melancolía. Por un instante estuve tentada de lanzarla por los aires, y estrellarla contra la pared hasta que aquellas notas cortantes y deliciosas desaparecieran del mundo, pero me limité a cerrar la tapa hasta que enmudecieron. No sirvió de nada, la canción seguía en mi cabeza. Pero ya daba igual. Me sacudí las pelusas de las piernas y del pelo, y acto seguido estornudé. No debí haberme quedado a dormir allí, en ese desván húmedo y polvoriento, lleno de recuerdos viejos y rotos, de sonrisas cruentas desde los retratos cubiertos por sábanas sucias. No debí, con aquella caja abierta delante de mis ojos. Sonando, una y otra vez. Aquella figurita de la bailarina, sin una pierna y una mano, girando en un frío vals de muerte, dando vueltas y más vueltas, sin cansarse, mirándome con ojos vacíos y una regia sonrisa, como muy de señorita. Gira, y gira, igual que las agujas de un reloj. Quedaba poco, poco para que aquella música se apagase de una vez, por fin, en mi mente.
Miré por última vez aquel lugar. Aquellas paredes viejas y enmohecidas, repletas de telarañas y termitas. Miré los muebles, cubiertos al igual que los retratos, pero que se podían adivinar bajo la caída de la tela. Miré el baúl, ese horrible baúl de roble y brezo, lleno de cenizas de tiempos pasados, más hermosos. Llenos de fotografías que rezumaban esperanza. Esperanza.
Ah, sí, y por último miré la caja. En el suelo, abandonada. No merecía ser abandonada. Nadie merecía ser abandonado.
Saqué la pistola y acabé con lo que nunca debió empezar. Aun resuenan en mi mente aquellas notas estridentes que, como agujas, atravesaron la caja hecha pedazos por el disparo.


martes, 30 de octubre de 2012

Sonrisa en el olvido~



Es el momento. Abro el cuaderno, rozo el papel, mojo la pluma. Las letras son mi alma, mi sangre, mi vida y mi libertad. Las palabras me salvan de la catástrofe y de la tragedia, mientras la tinta recorre el papel trazando cada uno de sus movimientos con melancolía pero decisión, cada una de esas comas que tanto significan para mí con la nostalgia del amor perdido, con la tristeza de las notas frías del piano, de la lluvia en los labios y de los retazos de recuerdos extraviados que no van a volver. Miro por la ventana, las gotas desdibujando el paisaje como si se ensañasen con un lienzo, con una acuarela gris. Más velocidad. Corre. No te quedes atrás. Cenizas, polvo y sonrisas, todo viene a mi memoria, todo se emborrona y se vuelve a dibujar. Suspiros, crujidos de madera vieja y falsas miradas que en realidad no dicen nada. Mis manos son torpes, no pueden seguir a la música que como un espejo refleja mi corazón negro, mi espíritu helado. Maldito cuerpo, que no deja volar a mi mente. Nieve, todo se detiene y puedo respirar por fin. Miedo, miedo de que no vuelva a verle, a tener su rostro entre mis manos, a besar su piel que no es piel, sino calor. Felicidad, al despertar y sentir el sol que como el abrazo cálido de un amigo me reconforta y me devuelve la cordura que la lluvia me ha arrebatado. Nubes blancas, y rosas. Atardeceres color pastel y noches color añil. Sangre, luz. Y, por fin, entre tanta oscuridad, una mirada que es verdadera, y que me mira directamente a mí.